La reconexión con nuestro entorno. Eso es lo que busca Urania. Este espectáculo de arte experimental deja, antes de su estreno el 7 de agosto en el Centro Cultural Británico, una pregunta gravitando en el espacio: ¿pueden los hombres vivir [de verdad] en armonía con la naturaleza?
La performance inicia con una petición: poner la mente en blanco y abrir el corazón para permitirse sentir. Una petición extraña en tiempos de nubes de CO2, autos apresurados, viajes al centro de la selva para presumir con selfies y vibraciones celulares en los bolsillos del pantalón. Cuando se olvide de ello y se entregué por completo al arte, Urania lo llevará a un viaje que va desde la música hasta las animaciones audiovisuales, pasando por la actuación y la acrobacia.
Mariana Tschudi y Carmelo Cambareri, ambos directores y también performers de Urania, plantean la puesta en escena como una experiencia sensorial que busca despertar la consciencia de las personas para generar, en base a ella, una reconexión con la naturaleza cimentada en el respeto y la armonía.
Ahora bien, una pregunta asalta en primera instancia: ¿Por qué? Vanessa Demichelli [productora] comenta: «Queremos recuperar la memoria ancestral de respeto hacia la naturaleza; aquella que nos hace conscientes de que somos parte de un todo»: como sociedad, como parte de un mundo y como parte de un sinfín de conexiones cósmicas. De esta forma, y siguiendo este proceso de concientización, se podría llegar a lo que Carmelo denomina como un lugar de igualdad, uno en donde nos reconozcamos como pares frente a lo que nos rodea. «Porque todas las fuerzas del planeta Tierra y todo en ella está vivo», agrega Mariana.
Urania nos invita a un tour guiado por el sonido y los efectos visuales, un viaje que se inmiscuye por nuestros sentidos sin intenciones de rozar nuestra razón, pero que no se desvincula de la misma. Se la puede plantear como la antítesis a la aritmética de la indiferencia cotidiana hacia la naturaleza [en todas las formas en las que esta pueda presentarse]: ya sea si se habla de los 1130 kilómetros cuadrados de árboles talados ilegalmente al año en nuestro país, o a una acción aparentemente ordinaria [pero igual de infame] como el ejercicio de echar un solo desperdicio de basura al mar.
Este viaje, divido en siete mundos: Cosmos, Fuerzas de la naturaleza, Danza espiral, Mundo vegetal, Mundo mineral, Mundo animal y Elevación de consciencia humana, y a los cuales se llega mediante la apreciación de los bailes, contorsiones y cantos de los intérpretes, nos presenta un espectáculo que busca romper los parámetros de lo establecido.
«Pero buscamos generar una conexión sin que quienes la experimenten sientan culpa», comenta Carmelo. Mariana agrega lo siguiente: «En trabajos con mensajes ecológicos, lo común es hacer sentir culpable a las personas. Cuando los vemos nos sentimos muy mal. Y la culpa es una de las peores cargas energéticas que se pueden tener. Aquí, queremos usar otra estrategia». Se plantea entonces el siguiente concepto: empatía. Y en base a él la siguiente propuesta: «no queremos que se actúe, sino que se viva en el escenario», dice Vanessa. Espectáculo sin actuación. Valiente propuesta cuando a artes escénicas se hace referencia. «El reto es no interpretar un papel –comenta Mariana-, sino vivir eso que estás interpretando. Lograr sacar eso de los actores es el máximo reto». Solo de esa forma se podrá crear un auténtico vínculo con el público.
Si se echa un vistazo al reel de esta performance, se podrá tener un primer atisbo de lo que vendría a ser la puesta en escena, y se podrá tener también una idea de cuál es el concepto tras el espectáculo, aquel que fue trabajado de la mano de Eloísa Tréllez [ambientalista, física y con un amplio recorrido en la enseñanza]. Solo haría falta dar el primer paso hacia la travesía.
El resultado, luego de esta etapa, quedaría a libre interpretación de cada persona. «Solo habría que atreverse a sentir un poco», remata Mariana. Como ya se había mencionado: poner la mente en blanco. Abrir el corazón. O en palabras más cercanas a la jerga de a pie: ‘solo déjese llevar’.