¿Qué tiene que decir esta mujer de mil rostros cuando no está sobre un escenario y se enciende la grabadora?
Por: Heidi Pinedo | Fotos: Oliver Lecca
La disciplina y constancia es algo que esta mujer ha cultivado desde la primera vez que debutó sobre un escenario. Era 1996, y una niña de 11 años fue elegida por el dramaturgo Osvaldo Cattone para interpretar a Peeper en la obra ‘Annie’, que se presentaba en el Teatro Marsano. Gisela Ponce de León tuvo mucha suerte, y ella lo sabe. «Oportunidades he tenido un montón». Muchos de sus profesores le dieron trabajo apenas se graduó de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica del Perú [TUC]. «Era un momento en el que empezaron a surgir las grandes producciones teatrales. Trabajé en la asociación cultural Preludio, y unos pocos años después empalmé con la serie ‘Esta Sociedad’. A partir de ahí me establecí».
Después de haber aparecido en el ambiente artístico, recuerda el momento en el que una revista la puso en portada con este titular: La mejor actriz de su generación. «Para mí fue un halago muy grande, pero también representó una necesidad de ponernos nombres o etiquetas». Recién, cuando decidió tener una pausa de tres meses a finales de 2018 se dio cuenta de ello. «De pronto, soy popular y hay un nivel que se espera de mí. Es un montón de presión, porque llega un momento en que necesitas un cambio de aceite y salir de tu zona de confort».
Nunca quiere parar. Si no está con algún libreto, si no tiene un nuevo guión o proyecto se preocupa y comienza a tocar puertas. A finales del año pasado, estuvo sin pisar un escenario teatral. Se asustó, pero considera que fue bueno para «mirar con distancia lo que necesitaba. Salir de la rutina y cambiar la brújula», reflexiona. Sabe que muchos de los actores tienen la mala costumbre de tener poco entrenado su sistema nervioso. «Le pedimos a nuestro cuerpo y alma que pasen por cosas que no les está pasando en la vida real». Ha tenido momentos donde se zambulle en la tristeza dentro de un escenario por una hora y media, para después salir y estar bien. «Eso es raro y te empieza a cargar. Sobre todo a mí, que soy una persona altamente sensible», nos dice remarcando que traslada esos sentimientos a su vida real sin saber por qué.
De niña, la actriz soñaba con tener la atención de la gente. Pero luego, a medida que fue creciendo y madurando en el ambiente artístico, la exposición se volvió un agente externo que le generó temor. «Cada vez me da más miedo. Mientras más conocida me hago, más difícil es
esconderme detrás del personaje, porque ya hay gente que tiene una imagen de mí». Entonces, surge el momento en el que Gisela no quiere ser conocida por nadie para hacer un personaje «creíble». Un momento donde quiere que la gente no asocie todo con su nombre: Gisela Ponce de León Franco. Escucha eso y simula una voz de presentador de comercial. «Seguiré haciendo todo lo posible para que mi trabajo sea lo más verdadero. Los personajes te van enseñando cosas y hay un aprendizaje. Siempre».
Cuando escucha que la llaman ‘la hija pródiga del teatro’ solo atina a reírse. Llevar ese título no es para ella, señala. En el escenario, su voz resuena hasta la fila final de las butacas, pero en esta entrevista parece que la grabadora la atemoriza y su voz se esconde. La ve como un objeto extraño, la agarra con cierta timidez y cuidado. Hay una verdad absoluta: las actrices no escogieron esta profesión para ser entrevistadas tan temprano por la mañana, pero sus horarios lo exigen. La sesión de fotos será a las 11 y, para que llegue a las cuatro de la tarde al Teatro de Lucía, a la concentración para la función de su nueva obra: ‘Constelaciones’, esta es la única opción posible. «Hasta para decir sí a esta portada medité. No porque siento que me vaya a dar más exposición, sino porque pienso ‘qué estoy haciendo’», y cuando termina de decir eso vuelve a reír. A veces, comenta, es lindo tomarse unas cuantas fotos.