Noelia Arata adora el surf: corre olas por diversión y pinta tablas como si fueran lienzos.
Cuando salió del Colegio Mater Purissima quiso estudiar algo relacionado a la tabla. No a la periódica sino a la de surf. Ella corría olas desde los diez años y, por un tiempo, compitió en torneos en California y Ecuador; pero se dio cuenta que lo suyo no era jugarse la suerte en torneos. «Mi personalidad era más relajada», dice. Le gustaba el arte. Su tía materna, Eve, la encaminó en técnicas de dibujo; por ello estudiaría diseño gráfico. Y la carrera fluyó. De pronto, se le dio por pintar tablas ad honorem, hasta que alguien le dijo: «Hazlo como una chamba». Y así nació el oficio. «La gente me pedía cosas específicas como un Bob Marley o un chancho -dice- hasta que empecé a sugerirles tonos y formas». Diseñó para amigos tablistas como Carolina Thun o Joaquín del Castillo. Noelia Arata pinta en su casa en San Bartolo y en Lima se reúne con clientes que contratan sus servicios de diseño. Ha creado la costumbre de utilizar los cafés barranquinos como oficina. «Invado cafés todo el día», dice. En el arte, está como pez en el agua.