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El arsenal se queda en casa

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La esposa de Erasmo Wong, Claudia Oliveira, se ríe cada vez que lo ve alistar su mochila para un viaje de trabajo. Con el tiempo, el fotógrafo ha aprendido que no hay nada mejor que viajar ligero, y lleva consigo apenas un par de mudas de ropa, una casaca y un par de zapatillas. «¿Cómo sobrevives con eso?», le pregunta Claudia. Por la cabeza de Erasmo pasa más bien lo contrario: ¿para qué llevar más? Lo mismo sucede con su equipo fotográfico. Formado como documentalista, se siente más cómodo al aire libre que en un estudio y adora las posibilidades de la luz natural, por lo que difícilmente lleva luces en su maleta. Erasmo es bastante racional al elegir qué llevar, y no le cuesta trabajo seleccionar solo un par de lentes para el viaje. Si va a fotografiar la fauna africana, ¿qué sentido tiene llevar un lente muy angular? No piensa estar a veinte centímetros de un león, así que probablemente el lente se pasaría los días en su cuarto de hotel. Es seguro que a todo viaje llevará o la Canon 5D Mark II o la Canon EOS-1V, sus cámaras de trabajo; luego, según donde sea su destino y qué proyecto tenga en mente, Erasmo se parará frente a las repisas sobre las que se luce su colección de 26 cámaras, en la sala de su departamento, y elegirá cuidadosamente cuál de ellas lo acompañará.

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Cuando no compra en el mercado ropa propia del lugar al que llega, Erasmo anda por el mundo con un jean, un polo sin estampados, unas zapatillas resistentes y una libreta en la que apunta lo que le inquieta capturar. El interés de Erasmo por mimetizarse con el contexto al que llega es tal, que incluso deja la cámara en el hotel mientras no ha estudiado previamente qué quiere registrar y en qué momento. El fotógrafo que solo carga sus equipos cuando debe hacerlo, que rechaza la costumbre del turista que quiere fotografiarlo todo y que aparenta ser un civil más es en realidad un apasionado coleccionista de cámaras. Polaroids, cámaras de medio formato, una réplica en miniatura, una lujosa cámara futurista de mediados de la década del treinta. En el anaquel de Erasmo hay de todo un poco. «Muchas las he usado solo una vez», comenta. Unas pocas no las ha usado nunca: sus rollos ya no se fabrican y solo algunos especialistas pueden adaptarles rollos a pedido. Probadas o no, para Erasmo cada una de ellas tiene un significado especial. «Muchas son emblemáticas de una época –una de ellas fue diseñada por un artista muy reconocido en su tiempo– y otras tienen funciones muy específicas», explica el fotógrafo.

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El frenesí de las compras, sin embargo, se ha detenido. Con casi treinta cámaras en su colección es difícil dar a cada una el mantenimiento que necesita, y más difícil aún encontrar el momento preciso para usarlas. Nunca hay que decir nunca, menos con un coleccionista, pero algo es seguro: por un tiempo la foto de sus repisas será la misma.

 

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