Escribo esta columna bastante preocupada: Sarah Jessica Parker ha desaparecido y yo he sido la última en verla. Como ya sabrán, estuvo en Lima, tomándose selfies en el mercado inca de la avenida Petit Thouars y esos rituales que hacen los turistas cuando vienen. Y todo bien. Pero cuando me dijo para seguir trajinando las tarjetas de crédito en las tiendas de baby alpaca de Larcomar, [¡no way gringa!] le hice el pare en one, y en vez de cuestionarla con la primera pregunta del manual periodístico del pendejo [a la venta en Jirón de la Unión por tan solo un sol: «¿Ya tomó usted pisco sour?»] de frente entré con el taco doce en alto, ejerciendo presión: «Sarah, no seas cojuda pues, vamos a tomarnos unos macerados a Mayta».
Con su cara de yapuesquechú aceptó, «pero solo un par, ¿ok?». «Te lo prometo». Y sellamos la promesa enredando nuestros dedos meñiques, sintiéndome parte de uno de esos episodios pinky friends de Sex and the city donde se acuerda nunca acostarse con el ex de una amiga. ¡Promesa con Pfff de Pulpinas! Bueno, el tema es que llegamos a Mayta, nos sentamos en la barra y comenzamos con el primer macerado. La gringa, más sana que una ensalada, se secó el primero y la quedé mirando sorprendida: «¡Es que he estado con sed todo el día!». Le dije que tuviera cuidado, que el pisco es bueno pero a veces traicionero. Se sonrío y pidió el segundo.
Después de eso comencé con eso de ‘uno es ninguno, dos son la mitad, tres son uno y como uno es ninguno volvemos a empezar’. Ya en el quinto macerado Sarah comenzó a aflojarse y la gente se dio cuenta de quién era. El escándalo comenzó cuando Jonhatan Maicelo [que estaba ahí tomando su aguayu], coqueto y galante como solo él, le pidió tomarse un selfie pensando que era una gringa cualquiera. Luego colgó en su muro de Facebook: «Acá con la gringa tomando su aguayu y un poco más. #Mayta #chacalato, #aguayu #las3Cs #masná». Pocos minutos después, un cardumen de fashion bloggers, seguidoras también del boxeador, golpeaba la puerta del restaurante con sus sombreros de alas de pelícanos, pieles de vicuña y lentes ahumados a las diez de la noche. Serenazgo, que no se dio a basto con la trifulca, cedió ante la fuerza de las jóvenes, que entraron y se llevaron en hombros a Sarah Jessica Parker con rumbo desconocido. Pucha, Sarah, no sabía que pasaría esto. ¡Perdón!