Micaela Gálvez lleva su marca de accesorios Metric a México como una forma de experimentar y reinventarse. Para esta diseñadora de modas, el proceso creativo necesita la libertad de un juego.
A los once años, como una especie de juego premonitorio, Micaela Gálvez diseñaba ropa para sus muñecas. Entonces estaba en primaria y llevaba clases de tejido, bordado y carpintería. En casa, con retazos de tela iba armando pequeños vestidos y combinando colores. Cuando estaba en secundaria, sus papás le compraron una máquina de coser y Micaela confeccionaba ropa para ella y para sus amigas. Por eso, al terminar el colegio, ingresó a la escuela de arte Mod’Art para estudiar diseño de modas. El 2014 le propusieron ir a un casting para ser modelo de una marca y aceptó. Fue ahí que empezó una carrera paralela en el modelaje. Estuvo en un comercial en Chile, en fotografías en París y en un desfile en Noruega. La diseñadora se encontraba en ambos lados de la pasarela. Después de trabajar durante tres años en un taller, decidió que era momento de empezar algo propio. Estudió joyería para aprender sobre el bronce y el cobre, e hizo un collar que le demoró tres meses. Al verlo, sus amigas le preguntaron con insistencia dónde lo había comprado. Era el 2015 y decidió fundar Metric, una marca que apostaba por accesorios para mujeres sin miedo a las proporciones, con figuras geométricas y líneas rígidas. Sus piezas entraron a tiendas como Apolo Concept y Andrea Llosa. El 2016, Micaela Gálvez apareció en un artículo de Vogue Latinoamérica como una de las diseñadoras peruanas que había que conocer.
Este año, decidió dejar el país para reinventarse. «Una de las reglas de este juego es salir de la fórmula, de la zona de confort», dice ella desde la Ciudad de México. Sin algo fijo, desde inicios de marzo, decidió instalarse en el taller de su tío, el escultor Aldo Chaparro, que ha expuesto en ciudades como Nueva York, Estambul y Londres.
Por lo pronto, la búsqueda de esta diseñadora es aprender más del trabajo manual: experimentando, jugando, moviendo, cambiando, haciendo y deshaciendo con diversos materiales. «Siento que hay algo malo en la comodidad. Hay que renovarse. Es importante tener tu sello, tu identidad, pero también es bueno jugar», dice.
En la búsqueda por intentar algo nuevo, prueba con láminas de bronce menos gruesas, más sutiles, y con figuras orgánicas. Para Micaela Gálvez, lo que no varía, es el inicio de un proceso creativo. Este se da de dos formas: partiendo de una idea que se va transformando [a partir de un lápiz y una hoja en blanco] o mediante la observación de algo concreto que ve por la calle y lo imagina en una joya. No hay restricciones. Recientemente, en México, se quedó pegada viendo una planta con raíces que crecen como enredadera. Después de observarla, sorprendida, decidió que ese sería el punto de partida de su próxima colección.
Ahora, el reto es llevar esa idea inicial y trasladarla a cada uno de los accesorios. «Experimentar es como la necesidad de hallar una propia voz», sostiene. La diseñadora que cree en jugar, salió del país para escucharse.