Revista ASIA SUR Una revista del Grupo AS
Un pincel, una paleta de acuarela y una hoja en blanco la ayudaron a sanar. Hoy, la artista enseña a otros la gracia de pintar naturaleza.
Texto: Alejandra Travi | Fotografía: Rafaella Bertorini
Cuando le diagnosticaron mola, Cristina Cillóniz tuvo que poner su vida en pausa. La quimioterapia, las preguntas sin respuestas, el cabello cayéndose y la vulnerabilidad que afloraba sin respiro derrumbaban la vida de esta arquitecta acostumbrada a levantar edificaciones. Durante más de cinco meses se sumergió en su recuperación.
Las píldoras, agujas y camillas de hospital se convirtieron en su nueva rutina. Aunque su salud física se estabilizó, la sanación completa llegaría más adelante con una nueva pasión: la pintura.
La infancia de Cristina transcurrió entre plantas, flores y cielos soleados. Su abuela Ángela, dueña de la Casa Hacienda San José de Chincha, dejaba a sus nietos correr por los campos sureños. Su relación con la naturaleza siguió estrechándose cuando Rocío, su mamá, puso en marcha el Gocta Natura Reserve, un hotel en la región Amazonas. Los prados iqueños se transformaron en selva alta y las buganvillas en orquídeas.
En medio de su recuperación, una amiga le recomendó pintar con acuarela. “Quizás te ayude a sentirte mejor”, le dijo. Desde su cama, aún afligida por esta riesgosa enfermedad que afecta a las gestantes, Cristina alzó un pincel
y comenzó a trazar sobre una hoja en blanco. Desde su interior brotaron tallos, hojas, pétalos y pistilos. Toda la flora que guardaba dentro.
“La naturaleza ha sido siempre una parte muy valiosa en mi vida”, asegura sonriente. Ahora, aquel pasatiempo que terminó curándole el alma se ha convertido en una pieza fundamental de su vida. Desde su taller, en Barranco, imparte el arte botánico a otras personas que buscan darse una pausa en medio del estrés cotidiano. Próximamente, realizará un retiro artístico a la selva para pintar la naturaleza in situ. Experiencia vivencial le llaman.
