Revista ASIA SUR Una revista del Grupo AS
El mundo de Juan Diego es un estudio lleno de esculturas, moldes, pintura, monstruos inacabados y plasticera por todas partes.
Texto: Senna González | Fotografía: Oliver Lecca
Cuando llega el momento de materializar nuestros demonios, solemos esconderlos. Juan Diego Peschiera es distinto:
los esculpe. El proceso, al principio doloroso, expone pensamientos tormentosos del maquillador convirtiendo su arte en un desahogo personal. “Mi último demonio soy yo. O, mejor dicho, mi ansiedad”, sonríe. Cuernos de antílope, espinas y protuberancias en una piel grisácea son características que lo definen: mientras menos humano, mejor. Su estudio alberga un horno que genera un calor abrumador. Se ven algunas esculturas cuyos nombres menciona con entusiasmo: Benito, Josué y el Tunche.
Son solo cinco las personas que se dedican al maquillaje de efectos especiales en el Perú. Juan Diego es una de ellas. El diseño de personajes o la caracterización supone la creación de dos perfiles: psicológico y físico. Aunque el segundo sea el resultado más visible, es el primero lo que preocupa a ‘Peshi’: “el perfil psicológico ayuda a conectar más rápido con el personaje, porque los efectos especiales son darle información al público”, refiere. El público aprecia tres o cuatro horas de maquillaje, pero detrás de los moldes y prótesis hay un mes entero de trabajo. Desde el primer dibujo hasta el maquillado minucioso, Juan Diego emplea la mayoría de su tiempo en investigar técnicas de color y vestuarios de la época. Su sitio web psifx.pe combina sus dos pasiones: lo paranormal y los efectos especiales.
Lo verosímil se encuentra en cada detalle: venas, poros y vellos encarnados, características que nos hacen humanos. Siete años como maquillador profesional han hecho de ‘Peshi’ un hombre intuitivo. Y la intuición no es más que trabajo duro.
