De reparar artefactos y ensamblar autos pieza por pieza a ser campeón sudamericano y argentino de Rallycross. La trayectoria de Nicolás Fuchs, destacado piloto nacional de autos, se resume en una vida marcada por el kilometraje y el polvo.
Texto: Senna González | Fotografías: Prensa Fuchs
El proceso de combustión dura cinco horas. En ese lapso, las piezas de un automóvil que alguna vez fueron un motor, una caja de cambios, radiador, batería, frenos y ruedas arden y se derriten por igual. Esa escena retrata la fundición de un sueño que acabó después de los primeros 50 kilómetros; el sueño de Nicolás Fuchs, quien pasó una hora observando su camioneta envuelta en llamas.
Atónito y sin poder pronunciar palabra alguna, el destacado piloto nacional pensaba en todo lo que había perdido: inversión, tiempo y un préstamo bancario que lo mantendría en estado de abstracción por 51 días. “Una vez que la llanta de repuesto choca contra el escape y el caucho se prende, no lo apagas con nada”, explica. Su Ford Ranger abandonó la competencia.
Desafío Inca 2018 del Dakar Series cuando iba liderándola por un buen rato. “Arriba, en el helicóptero, pensé en abandonar todo esto. Estuve un mes y tres semanas sin teléfono ni billetera. No quería saber nada de nadie”, recuerda. Pero ni el fuego lo alejó de las carreras.
A los 10 años ya reparaba todo tipo de artefactos. La curiosidad por saber cómo funcionaban las cosas lo
motivó a desarmar cualquier juguete que le regalaban. A los 15 se compró su primera moto: una Honda Dax 70. La adquirió desarmada. Viajó a Chaclacayo y la ensambló junto a un mecánico, pieza por pieza. Nicolás jamás estudió Ingeniería Mecánica, pero por alguna extraña razón siempre mostró habilidad casi innata para reparar cualquier aparato. Al principio, sus padres se negaron a verlo correr, por ello estudió Arquitectura. Sin embargo, cuando
cumplió 18, vendió su ropa, equipo de música y su adorada Honda para comprarse su primer auto: un Toyota Corolla 82. Desarmado, desde luego.
La idea de ser piloto recién carburó en él cuando, años más tarde, llegó al taller del reputado preparador
de autos Emilio Takano. Por aquel entonces, Nicolás ya había corrido en las Seis Horas Peruanas, competencia de larga duración que se realiza anualmente en territorio nacional, y ya había sido copiloto de su primo hermano Ian Sierlecki. En el taller, mientras busca una nueva caja de cambios para su Corolla 87, se le acerca el hijo de Emilio, Walter Takano, y le pregunta si quiere que lo auspicien. “Él era el encargado de Castrol en el Perú, una marca de aceites. Con ella gané cinco campeonatos nacionales”. Después de Castrol, Fuchs consiguió el respeto de los auspiciadores.
En diciembre del año pasado se proclamó ganador en el Campeonato Sudamericano y Argentino del CARX
Rallycross con 191 puntos. A pesar de no haber llegado a la primera fecha debido a una lesión en la muñeca derecha, Fuchs alcanzó un puntaje perfecto en las seis vueltas restantes.
De regreso al fuego en las dunas de Ica, Nicolás recuerda exactamente por qué decidió no abandonar las carreras: “No podría vivir sin manejar. Estoy tan acostumbrado a caer y pararme, que no me imagino una vida sin llantas”. Y aunque las piezas caigan y los frenos fallen, dejar de correr nunca será una opción para él.